Leonard Cohen
Hoy es uno de esos días en lo que se me apetece contar algo. Y quizás por amor, quizás por dolor o una mezcla de ambas cosas, le voy a rendir un pequeño homenaje, desde este humilde sello independiente, al maestro Leonard Cohen.
El señor Cohen tiene el mérito de crear canciones grabadas en acero, pero en acero inoxidable, de ese que perdura. Y en él se recoge todos los grandes asuntos de la existencia de las personas. Se ha desmarcado de las veleidades que enajenaron a otras grandes estrellas del pop y ha creado un espacio totalmente expresivo, absolutamente genuino, que se ha convertido en modelo de perfección para muchos artistas.
Para mí es un ejemplo de como «bienenvejecer»: con cordura, con coherencia, con elegancia y sin perder creatividad. El año 2009 ha sido el «año Cohen». Hay que darle las gracias a la manager que le robó los seis millones de dólares que el señor Cohen tenía reservado para su jubilación, porque eso lo ha obligado a salir a la carretera y darnos algún concierto más. Aplaudo a esa maldita bruja. Y eso lo digo sobre todo, porque si he estado en algún concierto con el corazón encogido, ha sido en el de Cohen este verano. Por eso y por algún motivo más, un trozo de mi corazón se quedó en ese concierto para siempre.